El educador no puede perder de vista esta doble dimensión interior - exterior del ser humano. Lo primero que se encuentra es el hombre exterior y exteriorizado, dominado por la inestabilidad y el capricho. La primera tarea será que surja el hombre interior, protagonista de su vida, capaz de autodeterminación. Una tarea que requiere en el Educador un dificil equilibrio entre autoridad y dialogo, disciplina y libertad, exigencia y adaptacion. Si el arte del acompañamiento y del necesario ejercicio de autoridad. Si el educador rehúsa esta función, los niños y los jovenes sufren el desamparo de la soledad. La inhibicion y permisividad se convierte en una forma sutil de crueldad. Cuando el alumno asume la autoria y responsabilidad de su vida, comienza la verdadera educación.
La misión del educador adquiere entonces, su pleno significado, no es llenar de contenidos la mente del alumno, si no sacar a flote sus potencialidades ocultas; no es imponer cualquier forma de uniformidad, sino suscitar su originalidad y creatividad.

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